Nuevo día, nueva etapa y nueva aventura. La de hoy es una etapa durísima, tanto por terreno, perfil, desniveles y climatología. Si queréis averiguar qué pasó, seguid leyendo!
Ocho de la mañana, me despierto sin alarma y me da la sensación de que soy un zombie. Esta noche me he despertado decenas de veces, he dado mil vueltas en la cama y las piernas me duelen cosa mala. Me levanto de la cama y me siento Robocop, dando pasos ortopédicos por la habitación con unas piernas sobrecargadas. El corazón me va muy rápido incluso en reposo, me canso enseguida.
Bajo a desayunar con mis compañeros. Devoro todo lo que puedo para hacer acopio de combustible y subo a preparar las alforjas para el viaje. Durante la noche he dejado el maillote colgado del balcón para que se airee un poco, pero no ha servido para mucho... sigo apestando. Bajo, pago la cuenta del hostal y preparo la bici para partir. Cuando mis compañeros bajan, aviso de que no estoy muy fino, más que nada por si ven que no soy capaz de tirar. Nos ponemos en marcha sobre las 9 y algo, saliendo de Planoles por la carretera.
Empiezo la etapa cansándome a los 5 minutos, notando las piernas ya quemadas y el corazón demasiado acelerado para las 4 pedaladas que llevo. No obstante, sigo pedaleando detrás de mis compañeros por la carretera que sube incesantemente, en dirección al inicio de la ruta de La Cerdanya, que transcurre por la montaña. Al cabo de unos 20 minutos, tiempo que mi cuerpo emplea para calentarse, noto que las piernas mejoran, me siento menos cansado y puedo seguir subiendo y subiendo sin parar. Noto una cierta mejora en mi resistencia respecto a los días anteriores. A pesar de ello, vuelvo a quedarme solo en una subida bastante fuerte. Hasta pasada una hora y algo no llego a la primera gran intersección del camino, donde mis compañeros están descansando y esperándome. En ese punto se cruzan dos carreteras y también el camino de La Cerdanya. Justo ahí empieza la siguiente fase de la etapa. Víctor y Manu suben sin alforjas dos kilómetros más por la carretera para llenar de agua todos los bidones en una fuente. Julio y yo nos quedamos esperando a que vuelvan. En 10 minutos estamos en marcha otra vez.
Entramos en camino de montaña, ya pisando tierra y piedras por primera vez en todo el día. Yo creo que no voy a conseguir subir todo eso, pero mi cuerpo... ¡está respondiendo! Sigo subiendo a pesar del calor de las 11 que empieza a notarse ya bastante, y de que mis piernas están ya doloridas. A pesar de todo ello, noto que puedo subir más rápido que antes, sin bajarme tanto de la bici y sin cansarme tanto. Pierdo de vista a mis compañeros por poco tiempo, ya que cuando paran a descansar los encuentro enseguida. Incluso se sorprenden de verme tan pronto allí arriba. Durante horas hemos estado subiendo, así que ahora toca un poco de... ¡diversión! Ya falta poco para llegar a La Molina.
Una vez llegados a La Molina... bueno, ya se sabe lo que hay en una estación de esquí: ¡pistas de esquí! Y, obviamente, toca bajarlas. Nos adentramos en el entresijo de pistas siguiendo la ruta marcada y en poco rato nos encontramos bajando con las 4 bicis por una pista azul de La Molina. En mi vida he visto nada igual, jamás había hecho un descenso tan agudo. La pista está llena de tierra, piedras, y baches hechos por el hombre: una especie de surcos que cruzan en diagonal la pista de lado a lado... y de esos había uno cada 50 metros aproximadamente. Lo pasé realmente bien y realmente mal bajando por ahí, era una pasada pero también daba bastante canguelo bajar a toda velocidad y apretando los frenos al máximo (¡hay vídeo!).
Pero si algo he aprendido en los Pirineos, es que después de una bajada alucinante hay siempre una subida acojonante (y al revés, por fortuna). Acabado nuestro descenso desembocamos en un valle que lleva directamente a la estación de La Molina. Entramos en el recinto, llenamos las botellas en los lavabos, descansamos un poco admirando la estación y nos ponemos rumbo al sufrimiento máximo de la etapa. Pobres ilusos, creíamos que lo peor había pasado.
Nos dirigimos rumbo a La Masella, teniendo que superar un gran desnivel y llegar a los 2000 metros otra vez. La ruta marca el ascenso hasta el Coll de Pal, punto más alto de toda la etapa, y luego una bajada de 15 kilómetros por carretera hasta Bagà. Ya queda poco. Y, como siempre, la cosa se complicó innecesariemente. Pedaleamos como descosidos por la montaña con subidas de más del 10% (a mí ya me parecían del 50%). Durante dos, tres horas, seguimos subiendo dejando atrás La Molina, muy abajo y muy pequeñita ya. Parece incluso ridícula. Empezamos a estar ya tan altos que empieza a hacer frío, son las 15 horas y me tengo que poner el chubasquero para calentar un poco el cuerpo. He dicho que hacía frío... pero no el porqué. Cada vez hacía más viento y el Sol había ya desaparecido detrás de unos nubarrones muy muy negros que se veían a lo lejos. Me encuentro subiendo por la montaña y de repente oigo truenos al otro lado de la montaña. Otra vez no, por favor...
Empieza a llover levemente. Me bajo de la bici y tapo las alforjas, guardo el móvil en un lugar seco y seguro y me resigno a pedalear bajo la lluvia otra vez. Pronto el bosque deja paso a paisaje de alta montaña, donde pedaleo por pastos llenos de mierda de vaca. Las subidas se acentúan bastante, en ciertos puntos me tengo que bajar de la bici sí o sí. Se vuelven a acentuar las subidas, otra vez más. Esto ya es acojonante. Me bajo de la bici totalmente y mis compañeros, los cuales veo allá arriba, a unos 500 metros, también se han bajado. Las piernas me queman, estoy destrozado, el corazón me va a 200 por hora y me noto incluso mareado. Me tomo un gel de carbohidratos, esto empieza a ser inaguantable. Para postre, la lluvia, el viento y el frío no ayudan. Empiezo a estar empapado, el terreno resbala y no se ve el final. Sólo se ve subida, subida y más subida.
En un punto bastante alto torcemos a la derecha y seguimos subiendo en dirección a un pico muy, muy alto. A estas alturas los cuatro vamos bajados ya de la bici. Cuando paramos y frenamos la bici, se arrastra hacia atrás ella sola. Es imposible subirse, ¡¡caeríamos de espaldas!! Seguimos subiendo otra hora y pico, incansablemente. Yo maldigo, insulto a la montaña, me cago en todo, me muero, me vuelvo medio loco ya. Pero sigo subiendo, sigo sufriendo. Y en esto que en cierto punto, en lo alto de la montaña, ya casi en los 2400 metros de altitud, mis compañeros encuentran un todo terreno y se paran a preguntar. Yo sigo subiendo y les veo hablar allá adelante. Hasta que me hacen señas para que no siga subiendo. ¡¡¡Me cago en todo!!! Cómo que no suba?? Es que nos hemos equivocado?? Pues SÍ. Llevábamos más de una hora subiendo en falso, gratis, a lo tonto, estúpidamente. No queda otra que resignarse y bajar. Y eso hacemos. Lloviendo, eso sí. No para de llover y estoy empapado, totalmente empapado de arriba a abajo. Bajamos unos 300 o 400 metros y encontramos el punto donde nos equivocamos. Retomamos la ruta buena hacia Coll de Pal (esta vez ya se ven las indicaciones) y seguimos subiendo (¡otra vez!). Sigue lloviendo y las piernas no me responden. Creo que todos estamos bastante cansados ya, no obstante seguimos pedaleando sin remedio.
En cierto momento empieza a llover a lo bestia, cayendo gotarrones de esos que ya hasta duelen. Yo ya me indigno y pienso... "joder, ¿¿por qué no graniza ya de paso??". Y, señoras y señores, nunca vayan con un gafe a la montaña. A los 30 segundos de haber pensado eso, se puso a granizar. Empezaron a caer piedras grandes como monedas de 5 céntimos y yo no podía ya hacer otra cosa que reirme. Empecé a descojonarme supongo porque ya no tenía nada que perder y la situación era surrealista. En pleno agosto y granizando en la montaña, pedaleando, empapado y sin fuerza alguna. Pero, como no hay nada más fuerte que la voluntad humana (y las ganas de llegar a la ducha), sigo adelante. Hora y algo después llegamos al punto más alto de la etapa. ¡POR FIN! A partir de aquí es todo bajada hasta Bagà. Pero de repente surge un problema con el que no habíamos contado. Estamos empapados y hace mucho frío y viento. Y cuando uno baja con la bici, hace más viento todavía. Y más frío.
Empezamos a bajar y no pasan 20 segundos que ya estoy tiritando. Para postre, Manu se ha quedado sin pastillas de freno y la bajada se le complica. Intentamos apretar sus frenos de manera que pueda seguir adelante, pero no hay manera. Seguimos bajando y yo empiezo a encontrarme mal del frío y la humedad. Paramos para secarnos un poco y me cambio de camiseta. Seguimos adelante y Manu se queda atrás por culpa de los frenos. Por fin llegamos a Bagà después de media hora bajando sin parar y dejamos las bicis en el parking de Julio. Tiene casa en Bagà y me han invitado a quedarme con ellos ahí a dormir. Subo a su casa y me presenta a su hermana y el marido, que me caen igual de puta madre que mis companeros. Julio sale a buscar a Manu y mientras tanto Manu consigue llegar en un camión que ha parado. Al cabo de un rato Julio vuelve a Bagà y por fin estamos todos a salvo, a las 20 horas, duchados y secos.
Por la noche salimos a cenar a un restaurante del pueblo (Niu Nou), donde les invito a unos vinos en agradecimiento por la hospitalidad. Compartimos una agradable cena y lavamos maillotes, culottes, camisetas, etc... Se agradece tener ropa limpia después de tantos días. Después de una conversación nos vamos todos a dormir. Cojo la cama muy agusto, pero tengo las piernas destrozadas y el metabolismo bastante acelerado. El corazón me va muy rápido a pesar de estar en reposo. Me muevo mucho durante la noche. No obstante, el sueño me ayuda a olvidarme de las penúrias del día y reposar los músculos. Mis compañeros se quedan en Bagà, así que mañana yo salgo hacia Noves de Segre en solitario.
Buenas noches.
PD: Mis más grandes agradecimientos a Julio y a toda su gente por ofrecerme su casa y acogerme como uno de ellos. Sois gente de puta madre! Espero veros muy muy pronto.
PD2: No hay muchas fotos de hoy debido a la lluvia.
Eeehhh que llevas mucho retraso. Queremos saber como acaba...
ResponderEliminar¡Jesús! Con las piernas doloridas cuesta mucho escribir jejeje. Además, voy dosificando y así os mantengo fieles!
ResponderEliminarTranquilo que sabréis cómo acaba ;)
¡Un abrazo!